La artrosis de tobillo es una degeneración (desgaste) del cartílago articular del tobillo. La causa más frecuente son las fracturas que afectan al tobillo, aunque también puede producirse tras esguinces crónicos, enfermedades reumáticas, deformidades de los pies, infecciones, etc. Los síntomas más frecuentes son el dolor, la deformidad progresiva y la incapacidad para caminar y llevar a cabo una vida activa.
Los pacientes con artrosis leve pueden ser tratados de manera no quirúrgica, con disminución de la actividad física, calzado con suela en balancín, inyecciones de cortisona o de ácido hialurónico, antiinflamatorios, condroprotectores como la glucosamina o el condroitín, y con ortesis para el tobillo para reducir el movimiento de la articulación. En caso de no mejorar, se recurrirá a la cirugía. En casos moderados, la cirugía artroscópica podría resultar la mejor alternativa mediante la eliminación de excrecencias óseas y fragmentos de cartílago sueltos. En casos indicados puede seguirse de un procedimiento de distracción articular mediante un dispositivo de fijación externa (artrodiastasis). En la mayoría de los casos, habrá un alivio del dolor.
En los casos severos, cuando la artrosis destruye todo el cartílago las posibilidades quirúrgicas incluyen un procedimiento de fijación articular (artrodesis) o un reemplazo total de la articulación (prótesis total de tobillo). La atrodesis es el procedimiento más utilizado y los resultados son generalmente buenos. El dolor se elimina a costa de fijar la articulación, esto hace que las articulaciones vecinas tengan que soportar mayores cargas y con el paso del tiempo puedan verse afectadas. Por el contrario la prótesis de tobillo, disminuiría el dolor sin perder movilidad. Sin embargo, los resultados a largo plazo todavía son inferiores a las prótesis de rodilla y cadera, no estando indicadas en pacientes jóvenes. Las prótesis de tobillo de última generación ofrecen resultados mucho más esperanzadores.