Es una deformidad grave y que requiere tratamiento desde el nacimiento. El pie aparece curvado hacia dentro y hacia abajo, y opone resistencia a la realineación. El tratamiento debe comenzar justo tras el nacimiento y debe ser ortopédico y recurrente, de forma que con el tiempo se vayan corrigiendo las deformidades y cuando el niño vaya a empezar a andar (en torno al primer año de vida) pueda apoyar el pie correctamente. En caso de ser necesaria la cirugía correctiva si el tratamiento ortopédico no es efectiva, también debería tener lugar antes de que el niño cumpla el año.